“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 17 de octubre de 2010

El síndrome de Hubris

"El poder intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes". Esto lo dice David Owen , un neurólogo y ex ministro británico, en un libro que ha titulado, acertadamente, a mi juicio, In Sickness and in Power (En la enfermedad y en el poder). Porque algo de rito religioso tiene la política, cuya fórmula de adhesión se basa en las siguientes palabras del Libro: el político dejará a su padre y a su madre, y se unirá con su partido, y serán los dos uno sólo. De manera que ya no son dos sino uno sólo. Lo que el partido ha unido no lo separa ni dios. La culpa de esta intoxicación la tiene, según Owen, el síndrome de Hubris, un trastorno que sufren los que llevan mucho tiempo en el poder. El psiquiatra español, Manuel Franco, explica con claridad las etapas de este trastorno. En una primera fase, dice, una persona más o menos normal se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante; puede que internamente tenga un principio de duda sobre su capacidad. Pero poco a poco le va surgiendo una legión de pelotas y aduladores que le dicen lo listo que es y el tipo que tiene. Las dudas desaparecen y empieza a pensar que está ahí por méritos propios. La segunda fase comienza cuando al político, los aduladores que le rodean “ya no se le dicen lo que hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se entra en la ideación megalomaniaca, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible". Más o menos como cuando el Papa habla ex cathedra. Esta etapa es peligrosa porque al político le da por construir pirámides, Grandes Scalas, soterrar todo el tráfico de una gran ciudad o recorrer el mundo para dictar conferencias sobre asuntos de los que no tiene ni repajolera idea. En la tercera etapa, los afectados por el síndrome de Hubris padecen lo que se conoce como desarrollo paranoide: "todos los que se oponen a él o a sus ideas son enemigos personales, que responden a envidias” ¿Y por qué este síndrome es más frecuente en la política que en otras actividades”? El doctor Franco lo tiene claro: "en otros ámbitos es más frecuente que el que esté arriba sea el más capaz, pero en política no es así, porque los ascensos van más ligados a fidelidades. El poder no está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista". La gran putada, concluyen los expertos, es que es muy difícil tratar el Hubris porque los que lo padecen no son conscientes de que no se encuentran bien.

Tanto los doctores Owen como Franco ponen algunos ejemplos de políticos que, a su juicio, sufren o han sufrido este trastorno: Margaret Thatcher, Bush o Tony Blair. Aznar y Mariano Fernández Bermejo. Pero no es necesario apuntar tan alto. Cualquier alcalde de pueblo pequeño, consejero comarcal, jefecillo de lo que sea, coordinador, secretario provincial de partido, diputado o senador de una provincia como Teruel, puede verse metido hasta el cuello en el Hubris. En el Diario de Teruel vemos ejemplos todos los días. El escenario y el ritual son siempre los mismos: sede del partido; se avisa a los medios y se aseguran de que haya un fotógrafo. Seis alcachofas delante de los morros del celebrante: Aragón Televisión, Aragón Radio, Radio Nacional de España, La Ser y Onda Cero. Cartelón del partido a la espalda. Concelebrante, sin micrófonos, para hacer bulto y mover la cabeza de arriba abajo para asentir a todo lo que diga el líder o lideresa. Por supuesto, al final del acto no se pueden hacer preguntas, por los mismos motivos que después de la misa los asistentes no levantan la mano para opinar sobre lo que ha sermoneado el sacerdote. La misión de la prensa consiste únicamente en recoger las palabras y difundirlas urbi et orbi. Y de esa manera, la prensa se somete al poder del poder y contribuye a agravar el síndrome de Hubris del político. Por poco perspicaz que se sea, uno se da cuenta de que lo que se predica en esas misas es siempre lo mismo: que ellos tienen la verdad y que las otras religiones están en el error. Da lo mismo que hablen del carbón, de los presupuestos o de un camino de cabras en un pueblo perdido. El político ignaro arremeterá contra los demás partidos, los acusara de querer hundir el país y de mentir. Dará dos o tres datos que le han escrito en un papel, pero sobre todo insultará: ingenieros de la manipulación, catedráticos de la improvisación, arquitectos de la demolición, cirujanos de la muerte, pintores del caos, vendedores de humo, economistas de la corrupción, tironeros de abuelas y “asustadores” de niños. Pero si uno se molesta en indagar sobre la trayectoria profesional de estos sabelotodo, entrando en las páginas del la Diputación, del Senado, del Congreso, de las Cortes de Aragón, o preguntando a los vecinos de su pueblo, descubrirá que, o bien ocultan su formación y experiencia anterior a su etapa política, o bien se atribuyen profesiones o méritos que no tienen: si son auxiliares de farmacia, se dirán farmacéuticos, si de puericultura, puericultores y si cultivan un huerto de tomates, ingenieros agrónomos.

Este año, y hasta mayo del año que viene, es un mal momento para los afectados por el síndrome de Hubris: tenemos elecciones locales y autonómicas. Los partidos obligarán a sus pastores a celebrar misa a diario, a sentarse delante de las siglas y de las alcachofas de los micrófonos, a contarnos que, sin ellos, en Aragón reinará el caos, el desorden, babel, el desgobierno y la confusión. Una hecatombe. Y verán sus fotos en todas partes: periódicos, revistas, vallas y farolas. Con unos eslóganes que nada dicen: Nosotros queremos y podemos. Aragón nos necesita. Para un mañana mejor. Manos limpias y bolsillos cosidos. Corren malos tiempos para los “hubrísticos”.

Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 17/10/2010

No hay comentarios: